«Fiesta/Siesta/Fiesta» de Nerval // 15 de diciembre de 2017 // Naves Matadero -CIAV // Madrid
“En cuanto vi la palabra fiesta me acordé de un poema de Roberto Juarroz que dice: a veces parece que estamos en el centro de la fiesta, pero en la fiesta no hay nadie, en la fiesta sólo está el vacío y dentro del vacío hay otra fiesta…”
“Me suele gustar venir al teatro sin muchas expectativas de nada pero sí con la ilusión de que deje una huella. El hecho de que fiesta/siesta/fiesta sea capicúa me hace pensar en que será algo mágico…”
“Me llamó la atención sobretodo el título, creo que el título va a marcar el tempo de la pieza. Tengo expectativas por saber qué es lo que ocurre cuando un músico deja su instrumento y no abandona el escenario…”
Les Matarifes invitados, nos hablan de sus expectativas momentos antes de comenzar la función.
Les Matarifes invitados, nos hablan de sus expectativas nada más terminar la función.
Les Matarifes invitados nos envían un correo electrónico, una semana después, con el recuerdo que tienen de lo acontecido.
El mito de la caverna platónico supone que los seres, dentro de la cueva, solo ven sombras, mundo incompleto. Para salir de la sombra, de la anti esencia, hay que aventurarse fuera de la caverna. Parece que así comienza fiesta/siesta/fiesta, de Nerval. Nerval tal vez como el poeta, tal vez como la nervadura. Sin embargo la salida de la cueva, aquí, la salida, tal vez, a la fiesta, es un fútil desencuentro con la realidad. La fiesta no es el encuentro con lo real sino con el horror vacui. Despliegue recargado de medios, efectos superfluos.
Después de una semana no puedo valorarlo de otra manera. La música no resuena en mi, el plástico caído no me abre los ojos. Lo único a lo que me invita Nerval es, como en su acto final, abrir una puerta muy grande y salir, adentrarme en la noche hacia la mañana. A ver qué pasa…
Una nueva y sorprendente forma de disfrutar de la música en directo. Te adentras en la sala formando parte de las diferentes atmósferas, transitando distintos espacios, siguiendo el camino que te lleva hasta tu butaca de espectador desde la cual ya te sientes partícipe de lo que está aconteciendo.
Todo está impregnado de una espontaneidad ,respirada por los ejecutantes de manera muy generosa, que te va llevando a través de la música, siempre presente, a diferentes lugares y atmósferas…la fiesta, la siesta, la fiesta…como en una montaña rusa pasas de la euforia a la contemplación, de la sorpresa y la tensión al olor de un zumo de naranja recién exprimido, de la risa compartida a la soledad dentro de un iglú…lo que está contenido en la escena se rompe, se transforma y se expande hacia muchas posibilidades, hasta terminar abriendo las puertas de la sala, llevándote a la misma calle donde termina de explotar y extenderse la pieza. Muy agradecida por el viaje.
Leí que Fiesta/Siesta/Fiesta es una pieza experimental. Este término siempre me suscita curiosidad cuando define cualquier expresión de arte. Se conocen las premisas, el proceso y el objetivo del experimento que lleva a cabo uno mismo, pero a priori, se desconocen todas estas variables en el experimento ajeno. Entiendo que en este caso el escenario es un laboratorio con una ventana pública, sus herramientas una serie de recursos y metodologías tomadas de diferentes disciplinas artísticas y el objetivo, llegar a un lugar común donde las intenciones y las emociones de los artistas se hermanen con las del público.
Nerval define esta pieza como “un cataclismo, un sin sentido incomprensible” con la finalidad de “encontrar nuevos órdenes y sistemas”. Yo no conseguí conectar con esta intencionalidad discursiva pero sí logré disfrutar de la escenografía como elemento mutante. El movimiento violento de ciertos objetos y el aparente refugio de otros crearon una rara atmósfera en la que en ocasiones me sentía integrada y en ocasiones distante. Esta dicotomía me mantuvo pendiente del espectáculo, ávida por saber dónde me iba a conducir.
Me sorprendieron algunos momentos musicales llenos de energía pero a la vez sentía frustración por percibir vagamente el sonido del clarinete bajo, un instrumento con una enorme presencia escénica pero con una tenue sonoridad escondida tras las cuerdas y la percusión de esta pieza.
El juego escénico de los primeros momentos, con el desmontaje de la impetuosa caja plástica, y la simbólica salida de nuevo a la realidad que supuso la abertura final de las puertas de la Nave 10, me parecieron dos puntos marcados con firmeza que, sin embargo, definen una línea que nunca llegué a ver trazada con claridad.