«Mystery Magnet» de Miet Warlop // 10 de febrero de 2018 // Naves Matadero -CIAV // Madrid
“Me gusta la incertidumbre de no saber lo que me voy a encontrar. El teatro a veces te sorprende…”
“Creo que me gustará el espectáculo y que va a ser muy loco…”
“Vengo con altas expectativas y ganas de disfrutarlo. Además toda la programación de esta temporada me está gustando mucho…”
Les Matarifes invitados, nos hablan de sus expectativas momentos antes de comenzar la función.
Les Matarifes invitados, nos hablan de sus expectativas nada más terminar la función.
Les Matarifes invitados nos envían un correo electrónico, una semana después, con el recuerdo que tienen de lo acontecido.
Desde que veo la obra he tenido alguna que otra oportunidad de describirla a gente en mi entorno. Al principio lo describía con ilusión como algo guay, artístico y diferente que había visto en Matadero, pero a lo largo de la descripción veía que la cara de quien se lo contaba iba reflejando otro estado.
“¿Dices que la pintura salía a chorros y parecía sangre colorada?” “Repite el ruido que hacían las cabezas cuando pegaban contra la pared” “*SQUERX*” y “¿entonces cuantos estaban tirados ahí muertos al final?”
La reacción incrédula de algunos me hizo pensar si los que vimos la obra en persona lo disfrutamos tanto porque fue una manera de “hacer rosa” el matar a la gente sin distinción.
Sin duda me sigue habiendo gustado la obra y no puedo negar que la disfruté, pero quizás por primera vez en mi vida me siento un poco identificado con los taurinos y aún más conectado el simbolismo del Matadero… una sensación muy #amodio
La obra me encantó. Fue una obra muy loca. Me divertí mucho.
Me encantaron los colores y los personajes.
Con la distancia la pieza no pierde para mi ni un ápice de su atractivo y frescura. Lo recuerdo como un paseo por el surrealismo, lleno de referencias a la pintura y la propia creación de un cuadro en movimiento en un espacio escénico intervenido.
Las escenas, no carentes de violencia como cuando uno de los seres peludos grapa uno a uno todos los dedos de otro en la pared y después le abre para mostrar unas entrañas rojas y peludas, toman un tono casi cómico y con una impactante belleza visual. Es una violencia “rosa” tamizada por la sangre colorida que sale de sus personajes.
Las secuencias se suceden con tal rapidez y aparente arbitrariedad, que es difícil no estar constantemente atento a lo que pasa en un escenario que se va transformando hasta la explosión de color, objetos y personajes finales. A momentos recuerda el action painting de Polloc y otros es difícil pensar en cualquier otro referente que no sea el propio imaginario de Miet Warlop, del que nos hace testigos.
Los performers transformados en seres con enormes cabezas de peluche, un caballo con mitad de su cuerpo hombre y mitad mujer, un señor gordo, testigo de toda la pieza que acaba angustiosamente colgado atravesando la pared y el tiburón final, que me hizo recordar al de Hirst, se quedan fácilmente grabados en la memoria.
Lo mejor es que cada uno sacará su lectura, habrá quien se deleite en los referentes pictóricos, quien se quede en la fusión de las diferentes disciplinas, o quien simplemente haya disfrutado de ese viaje tan visual y surrealista.
Ha sido sin duda una muy grata experiencia.