Sesión doble «Medeas. On getting across.» y «Armine, sister.» de Teatr ZAR // 3 de diciembre de 2017 // Naves Matadero -CIAV // Madrid
«Me pregunto respecto a qué entiendo, como espectadora, por un planteamiento escénico limpio, basado en el trabajo actoral. Me pregunto cómo puedo llegar a la esencia de lo que quieren contar…»
«Tengo la costumbre de documentarme lo menos posible acerca de lo que voy a ver. No quiero condicionar mi visión de este trabajo, prefiero contar con las impresiones que el espectáculo en sí mismo me produzca y no con un material previamente propagado…»
«No me gusta ir con una idea preconcebida al teatro. Prefiero que el espectáculo me sorprenda…»
Les Matarifes invitados, nos hablan de sus expectativas momentos antes de comenzar la función.
Les Matarifes invitados, nos hablan de sus expectativas nada más terminar la función.
Les Matarifes invitados nos envían un correo electrónico, una semana después, con el recuerdo que tienen de lo acontecido.
Especialmente en el teatro vivo la posibilidad de que «me suceda algo», de conmoverme. También pasa a veces con un libro, una película… pero en artes escénicas, hay una intensidad -un matiz- diferente, creo. Ver «Medeas» y «Armine, sister» fue precisamente eso. Fui a las Naves con poca información de las piezas y poco más que una referencia del significado histórico de la compañía. Una amiga me había contado que otro espectáculo de Teatr-Zar que ella había visto en Berlín, había sido lo mejor que había visto en su vida. A nivel expectativa, el listón estaba alto.
La palabra que resume mi experiencia es conmoción. Las dos propuestas me dieron un vuelco. Quizás más «Medeas». Lloré. Con ambos espectáculos sentí tanta tristeza por esas mujeres maltratadas, vapuleadas, acosadas, violentadas. Fue emocionante salir del teatro y de esas actrices y actores y palpar lo que encarnaban. Me quedé en esas historias al acostarme. Supongo que soñé con ellas. En el café de la mañana siguiente, desayunando, rememoré momentos. Aún hoy, pasado el tiempo, tengo imágenes grabadas vinculadas a esa tristeza intensa que sentí.
Creo que esta experiencia encarna exactamente lo que busco cuando voy a un teatro.
Un buen programa. Dos espectáculos interesantes. Más el primero que el segundo, para mi gusto.
De entrada, me resultan atractivos los programas dobles. La posibilidad de ver dos cosas diferentes con alguna semejanza entre ellas, y de cotejarlas o, sencillamente, de tener dos muestras distintas. Me atrae también ver espectáculos procedentes de Polonia, porque habitualmente las compañías polacas han traído a Madrid propuestas muy interesantes. Y, claro, me apetece ver algo que lleva la impronta o, al menos, la influencia, del mítico Grotowski. Si además se trata de una Medea, que en mi opinión es el personaje femenino más poderoso de la historia del teatro y la tragedia de Eurípides una de las mejores muestras de la literatura dramática de todos los tiempos, las expectativas que me suscita el trabajo son grandes.
Me gustaron muchas cosas: su originalidad, su fuerza, su capacidad para contar la historia de otra manera. El trabajo de la actriz, el espacio sonoro (la combinación de los ruidos -duros, secos- con la las canciones y su aire de salmodia), la la mezcla de lo ritual con lo estrictamente dramático, los elementos plásticos -sencillos, pero de poderosa significación y capacidad de sugerencia-, la limpieza de la propuesta, etc. Y me atrae mucho la presencia en escena de quienes manipulan los elementos escenográficos a la vista del público y constituyen a la vez una suerte de coro. Una espléndida Medea.
Respecto a Armine, sister, prescindí desde el principio de la referencia histórica concreta, que, entiendo, puede universalizarse. Me interesó el conjunto de imágenes plásticas y sonoras, el esforzado y comprometido trabajo actoral, el riesgo físico, que aporta por sí solo una concepción de lo que es un espectáculo escénico.
Quizás el trabajo sea en exceso deudor de la tradición grotowskiana y de otras tradiciones -entre documentales y rituales- del teatro de los sesenta y setenta. Aunque esta circunstancia tampoco debería constituir un inconveniente.
Sin embargo, me vienen a la cabeza algunas objeciones. Tal vez haya momentos demasiado explícitos o demasiado reiterativos.
Pienso también que la danza contemporánea ha sustituido con ventaja a muchas manifestaciones de condición más propiamente teatral. Resulta más rápida, más sugerente, más rica, más precisa.
En fin, solo son unas reflexiones apresuradas, que necesitarían un mayor sosiego. Fue una excelente velada teatral.
TEATR ZAR en Matadero: Espacio sonoro y compromiso actoral. Desde la dirección, y en Armine, Sister, cierto exceso innecesario que termina por restar efectividad.